No hay amor sin sufrimiento


Nos puede resultar muy complicado o incluso contradictorio pensar que para poder amar, para querer a alguien tenemos que sufrir, pero no se puede entender el amor sin el sufrimiento. Ese amor que sufre por el prójimo se llama empatía y llevado a la practica caridad.

Se ve reflejado en las relaciones por ejemplo. Piensa cuántos sacrificios hace una pareja para que funcione la relación. Cuántos días sin dormir de unos padres agotados, que se preocupan continuamente, y si no es así, si no se preocupan, si no sufren cuando sufres, puedes pensar que no te quieren, y con razón. Piensa cuántos sufrimientos por tus hijos o por tus padres, por hermanos o amigos o por tus familiares. Cuando ellos pasan por enfermedades, accidentes o cualquier problema, tú te vas a ver afecto en la medida en que aprecies esa relación, cuánto más cercana más duele, cuánto más amor más sufrimiento, porque tenemos la capacidad de empatizar con los demás, y es el amor hacia ellos lo que nos capacita para sufrir por ellos, compartiendo la carga. Es también por eso que la traición es muy dolorosa. Sin amor no tendría sentido este sufrimiento, ¿Por que voy a sufrir yo por alguien que no me importa en absoluto? Eso lo entendemos todos, pero es que sin sufrimiento tampoco se entiende el amor, porque la vida está plagada de esos momentos en los que tienes que demostrarle a otra persona que le quieres.

Y ¿como demostramos a los demás que nos importan? Haciendo cosas por ellos, cosas que pueden costarnos más o menos pero que a veces pueden llegar a ser un sacrificio para nosotros. Cada día tiene su afan, y en cada día podemos cuidadar los detalles que pasamos por alto, porque quizás ya lo hemos hecho muchas veces y se vuelve algo tedioso, pero debemos preocuparnos de cada día, de cada momento, de cada persona hacer sus necesidades las nuestras. Y así, por el amor, llegamos a sacrificarnos por los demás, pudiendo llegar a dar la propia vida. Todo esto más fácil decirlo que hacerlo, pero por algo se empieza.

El amor es una cosa muy curiosa, porque ocurre que cuanto más quieres a alguien, más forma parte de tu vida, es decir, esa persona llega a ser parte de ti. Por eso oímos decir cuando muere un ser querido: "Es como si se hubiera muerto una parte de mi". Y es que así es. Por medio del amor somos parte de otras personas y otras personas son parte de nosotros.

Pero podemos ir más allá. Cuando tú quieres a alguien y forma parte de ti, es Dios quién está en medio de ese amor, porque a Dios le podemos llamar Amor, así que en definitiva estamos amando a Dios por medio de esa persona. Por eso un amor sin Dios está condenado al fracaso, porque el fin inmutable de amar es llegar a Dios.

Urgando un poco en la psicología actualmente nos encontramos con dos problemas de los que nadie habla pero que son la raíz de muchos males. Esto se debe a que tocan los cimientos de los que estamos hechos los humanos. El primero es intentar amar sin Dios, lo cual pensándolo bien es imposible. El segundo es querer amar sin sufrimiento, también algo absurdo porque el amor es sinónimo de entrega y entrega es darse a los demás precisamente con un esfuerzo que conlleva sufrimiento. Por supuesto hay muchos otros "amores" desnaturalizados y cada uno pierde de vista alguna norma no escrita. Pero quitarle al amor su esencia o su condición inevitable es lo más grave.

Si analizamos nuestra existencia, si nos preguntamos qué somos o que seremos, hallaremos la respuesta en nuestras acciones que son reflejo de nuestros deseos más profundos.
Esta prueba -que nos va transformando en vida o muerte, en amor u odio, en luz u oscuridad, según nuestras decisiones, según el uso que hagamos de nuestra libertad- nos lleva no solo a formar parte unos de otros, si no también a formar parte del Creador, porque en esencia al final de nuestra vida lo único que perdura y trasciende a la vida eterna es la cantidad de amor que hayamos acumulado, es decir, seremos parte del Amor, parte de Dios.

El amor necesita del sufrimiento para ser auténtico. Cuando nos sacrificamos por alguien le estamos demostrando nuestro amor. Por eso el sacrificio perpetuo de Cristo en la cruz es el mayor acto de amor de Dios hacia nosotros sus hijos. "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16).
Así, es el sacrificio, el sufrimiento, la cruz la que nos salva, nuestro esfuerzo que es parte del amor nos moldea en la humildad usando el barro de este mundo.

Una vez que nos damos cuenta de esto,  podemos responder a la siguiente pregunta: ¿Por que permite Dios que pasen cosas malas en el mundo? Y la respuesta es:  Porque nos ama y porque es la única manera de aprender a amar. ¿Por que permitió algo tan horrible como que matarán a su hijo de esa forma? Porque nos ama. Lo mismo tenemos que hacer nosotros, sufrir y transformar ese dolor en amor. ¿Por qué permite Dios el mal? Porque lo transforma en bien, siempre y cuando aceptemos el sufrimiento. Y justo ahí, es cuando nuestra libertad se vuelve protagonista. Dios te está haciendo una pregunta directa y solo hay dos posibles respuestas. Uno: si, lo acepto o dos: no, no lo acepto. Si lo aceptas, creces en el amor. Si no lo aceptas serás de los que provocan ese mal del que tanto te quejas.

Pero es que además si Dios no permitiera el mal, estaría destruyendo nuestra libertad. No habría opción de elegir. Al destruir nuestra libertad estaría destruyendo además nuestra recompensa. No mereceriamos el cielo. El cielo que nos ganamos justo por el hecho de elegir bien. Porque, ¿Qué mérito tendríamos? Ninguno. Ese cielo que podemos llegar a merecer, es solo por la gracia de Dios. Sin su gracia no somos nada y nada podemos hacer por nosotros mismos. "Pedid y se os dará". La gracia hermanos, hay que pedirla, al igual que la fé.



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