La oracion es desgracia para los desgraciados eternos.

 A quien más se le da más se le exige. Si pensamos en lo que significa la oración a la hora de pedir por los demás podremos darnos cuenta de que estamos intercediendo entre el Padre de los cielos y otras almas. 

Pienso que deberíamos aprender a valorar las consecuencias de dicho hecho. Porque si estamos pidiendo por un alma en concreto, estamos proponiéndole al Padre que le de ciertas gracias a esta alma, cierta ayuda o fuerza para superar las diferentes visicitudes de la vida. En definitiva un impulso para que el alma responda a la gracia o una luz que le guíe en el camino. Pedimos por ella porque por nuestro amor requerimos del amor que se doblegue a los impulsos amorosos que requieren de la humillación para poder ascender. Pero debemos ser conscientes de que el alma se resiste al tratamiento de la humillación, que en las plantas es la poda de la que surgen los retoños, y en ella la poda que la  lleva a Gloria. 

Esta alma siente la fuerza del amor que la llama. Su yo siente una fuerza que la retiene para no someter todo su ser a la su propia voluntad. Es la fuerza del ego instigada por el instigador de las almas. Y la voluntad que debe regir en cada uno es quien decide. Debe, pues, doblar su yo humillándose y reconociendo su pequeñez mediante la voluntad firme que bebe su savia de la gracia divina. Es esta divina gracia la que estamos pidiendo para el alma que lucha contra si misma.

El Padre, siempre bueno, escucha a su hijo que ama y movido por ese amor desea un bien eterno para su hermano, y considerando adecuada la petición, otorga la gracia. El alma a-gracia-da siente la fuerza y la llamada al bien y todas sus potencias se excitan y opinan. Las voces suenan, diferentes voces: instinto, creencias, imaginación, recuerdos; y aconsejan a la razón unas, al corazón otras, que se debería hacer. La razón y el corazón exponen sus pareceres a la voluntad para que decida el acto que será ejecutado. Y la voluntad, reina del ser, decide. Puede parecer algo etéreo o teórico, pero es cotidiano y esencial. Y así como lo esencial es invisible a los ojos, nuestras decisiones son amenudo invisibles al mundo que las sufre o las goza.

Es paradójico, pero el mayor mal puede llevar al mayor bien. Así lo fue el deicidio que cometió la humanidad que resultó su salvación por medio de la redencion del Dios asesinado. Porque el dedo de Dios une los extremos incomprensiblemente por nuestro bien. De la misma forma, un gran bien como lo es la gracia de Dios si no se aprovecha acaba en des-gracia para el alma desdichada porque más se le dio y más resistencia tuvo que oponer para no doblegarse a si misma mediante la santa humillación que hace sangrar la herida del orgullo para sacar la purulenta suciedad que nos consume poco a poco endureciendo nuestro corazón.

La gracia obtenida con nuestra oración y sacrificio se convierte en des-gracia si el alma receptora se resiste volunta-riamente, porque más le valdría no haber conocido la verdad y permanecer en la ignorancia que escucharla y convertirse en su enemiga.

Así, Jesús advirtió a Judas para que no le siguiera sabiendo cuál sería su respuesta a la gracia. Convivió Judas con la verdad misma y conociéndola, la traicionó, siendo merecedor del mayor castigo. Justamente, al recibir la gracia de años sacrificados en viva oración de su maestro, por su propia decisión mereció una responsabilidad en proporción a los talentos confiados.

Jesús nos obtiene doble enseñanza de este hecho. Por un lado su ejemplo nos muestra la importancia de la oración para con los hermanos independientemente de los resultados, porque el amor no entiende de medidas y nunca sabemos los efectos que podemos lograr en el alma. Vemos pues que, su mérito es infinito porque le amo como hombre, sabiendo anticipadamente como Dios su futuro y sus resultados desastrosos y no obstante perseveró en el amor. Cuanto más nosotros que desconocemos tantas cosas. En la segunda enseñanza nos da una razón más para intentarlo todo por la salvación de las almas. Y es que debemos interceder para que no puedan justificarse por una falta de ayuda y argumentar que podrían haberse salvado si nosotros hubiéramos hecho más por ellas.

Aún así, siendo conscientes de que muchas almas no responden a la gracia y esta se convierte en des-gracia para ellas, debemos confiar plenamente en la infinita sabiduría del Creador que en su omnisciencia gestiona estás oraciones nuestras para bien de la economía espiritual de otras almas necesitadas. Y así, ninguna oración se pierde, ni nada de lo que hacemos y ofrecemos es en vano  sino que todo es para bien de las almas para los que aman a Dios.

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