Cuestión de equilibrio


Creo que la mayoría de la gente se deja llevar sin un criterio propio, simplemente porque es lo más fácil, lo más cómodo y si todos lo hacen no me van a criticar porque yo lo haga. En resumen se busca una vida fácil, sin problemas y cayendo bien a todos. El problema es que los criterios que sigue la mayoría no son acertados porque no se basan realmente en lo que es mejor para ellos, sino en lo socialmente correcto.

Lo mejor sería buscar el equilibrio. En una balanza en la que estamos nosotros mismos a un lado y los demás al otro. Para conseguir ese equilibrio yo diría que es una combinación entre tú mismo y los demás.

Me explico. Como todos sabemos el equilibrio se encuentra en el centro de las cosas, entre los dos extremos, asi que si queremos hablar de equilibrio tendremos que entender primero los extremos. En una línea imaginaria el "yo" estaria en un extremo, sería un "yo" egoísta, que busca reconocimiento para ser admirado, no le importan los demás en absoluto, solo quiere sentirse bien a toda costa, quiere ser poderoso, un Dios. En el otro extremo de nuestra línea tenemos a "los demás", para llegar hasta allí tendremos que llegar a creer que los demás son más importantes que nosotros, asumimos nuestra inferioridad, no valoramos nuestra capacidad y pensamos realmente que algunas personas que nos rodean deben pisotearnos cuando les apetece, nuestra propia vida puede darnos asco, la despreciamos, estamos llenos de complejos y en definitiva no nos gustamos. Y es muy posible que ni si quiera nos demos cuenta.

Todos podemos estar más cerca de un extremo o del otro, más cerca o más lejos del equilibrio.
Si nos encontramos en el primer extremo debemos, como decía, olvidarnos de nosotros mismos, en el sentido de anteponer las necesidades de los demás. Los que han dado más son los que se han olvidado más de sí mismos. Es menester distinguir entre el "yo" que se acuerda de Dios y de su origen y el "yo" humano inferior de la carne que se acuerda de miles de exigencias.

Y por otro lado, si estamos cerca del segundo extremo, debemos en primer lugar darnos cuenta, recuperar lo que perdimos, quizás pedir perdón por algún error del pasado que nos lleve a conformarnos y creer merecer ser despreciados. Darnos cuenta de quienes somos.Tener paz en las victorias, paz en las derrotas. Aun el llanto por algún error cometido, y que nos duele porque con él hemos desagradado a otros.

Pienso que ahí está el equilibrio en la balanza. Olvidarnos de nosotros mismos pero también olvidarnos de los demás. Pensar en los demás para gustarnos y pensar en nosotros mismos para no gustar a los demás.

No debemos ser ni apáticos, ni avaros de los bienes de Dios. Ni despreciar las cosas, ni querer siempre lo mejor para nosotros mismos.

En el trabajo no debemos ser ociosos ni demasiado activos, debemos ser diligentes, laboriosos, constantes. Ni inconstantes ni obsesivos.

Ni miedo excesivo, temblando por el mañana, miedo a que falte lo superfluo, miedo de enfermar o morir, cobardía; ni excesiva confianza en nosotros mismos, imprudencia o temeridad. Sino confianza en Dios sin preocuparnos por nuestra vida, ni por la comida, ni por la bebida, ni por el vestir. Siendo prudentes pero valientes.

Ni indiferencia al pecar pensando que ya le pondremos remedio más tarde, ni ira hacia nosotros mismos al hacerlo porque siempre es síntoma de soberbia, sino constante esfuerzo y humildad al caer poniendo la confianza en Dios y no en nosotros mismos, conservando siempre la paz, siendo conscientes de nuestra debilidad.

Ni maltrato animal o a otras personas, ni amor desordenado y exagerado por las criaturas, sino cada amor en su sitio y en su medida, en su momento, sin exageraciones ni referencias cariñosas fuera de lugar, sin faltar al amor que exige cada relación y sin sobrepasarlo.

Equilibrio en el amor, dándole el orden que Dios le dio, puede ser el equilibrio que lo resuma todo. Este es el orden. El amor de primera potencia es el amor a Dios. Sin este amor no podemos llegar a ninguno de los amores de fuerzas inferiores. Por ejemplo el amor al prójimo, que es en gran parte defectuoso, no sé entiende sin Dios. No se puede amar a los demás sin Dios. Amando a Dios es mucho más fácil comprender a los demás y pasarles por alto sus defectos.

El amor de segundo orden es el amor a los padres y el de tercera fuerza el de los esposos. El de cuarta el del prójimo. El de quinta potencia el amor a la ciencia y de sexta el amor al trabajo. Y no hay más amores.

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