A Jesús

 

 Carta 1.

Estoy pensando en el evangelio de hoy, cuando dijiste: “más difícil le seria a un rico entrar en el reino de los cielos que a un camello pasar por el ojo de una aguja”. Cualquiera al oír esto, con nuestro razonamiento humano, quedaría espantado como los discípulos que te escuchaban porque la entrada a tú reino parece un imposible, más difícil que un imposible, porque no hay camello que pueda entrar por un espacio tan diminuto. Por consiguiente parece que la condena eterna este asegurada para los que poseen riquezas y posesiones aquí en la tierra. “¿Quién podrá salvarse?” preguntan los que te escuchan.

Más allá de la comparación, lo que si queda claro es que el dinero es una dificultad añadida para alcanzar tu reino, y una dificultad grande. Porque el dinero no es solo el poder adquisitivo que nos proporciona y todas las cosas materiales que ya tenemos, sino también el arraigo a todo lo que estas cosas nos proporcionan, entiendo yo señor. Lo que nos estás diciendo entonces es que tenemos que tener cuidado con todo lo que esto engloba y no dejarnos llevar por la comodidad, los lujos, el bienestar, el comer bien, el tener el mejor esto o lo otro. Pero sobretodo debemos tener cuidado con donde ponemos nuestro corazón porque es fácil que se arraigue y eche raíces al rededor de lo que nos rodea, cuando todos sabemos que lo que tenemos no es nuestro y no nos lo llevaremos allí donde no vale nada.

Tú, Jesús, nos conoces mejor que nadie y siempre has sabido leer nuestros corazones. Por eso viendo tú esos corazones arraigados a las riquezas materiales nos haces ver que los corazones difícilmente, muy difícilmente se desprenden de aquello que aman porque a su vez muy difícilmente no aman lo que poseen. Allí donde los corazones, nuestros corazones residen, allí vivimos. Por eso no podemos vivir en la riqueza y al mismo tiempo en tú reino. No podemos tenerte en nuestros corazones si ya están ocupados con tantas cosas inútiles.

¿Como salvamos entonces este escalón más difícil que lo imposible? Es imposible, es imposible para nosotros. “Para los hombres es imposible pero Dios lo puede todo”. Esa fue tú sencilla respuesta. Pero entonces nos podemos preguntar: ¿es Dios entonces el que me está salvando? Pero, ¿no depende de mi mi propia salvación?

Creo que entiendo porque se crea la confusión entorno a esto, seguramente porque tú mismo me lo estas sugiriendo, corrígeme si me equivoco. Entiendo que la salvación depende en primer lugar de nosotros mismos, en segundo lugar depende de otras personas, pero en ultima instancia depende de ti, mi Dios. No son además puntos contrapuestos sino complementarios. En este caso depende efectivamente de nosotros lo que tenemos en nuestros corazones. Si son riquezas materiales, estamos impidiendo que tu gracia pueda actuar, estamos impidiendo que nos salves, porque Tú no fuerzas la voluntad del hombre. Sin embargo si te tenemos a ti en nuestros corazones, lo cual es nuestra decisión, entonces lo imposible para el hombre se hace posible de alguna forma para el hombre porque fue el hombre el que lo deseo y fuiste Tú, Jesús, Dios, quién lo hizo posible. Por eso nos haces ver que para el hombre es imposible, más imposible que un imposible poniéndonos un ejemplo de algo que no puede ser. Y es que lo que no puede ser es que el hombre se salve por si mismo. Imposible que entre en Tú reino si no estas en su corazón, si Tú no lo haces posible, y al mismo tiempo si esa persona no permite que Tú salves lo imposible. 

 

En la segunda parte del evangelio, Pedro asegura que ellos lo han dejado todo para seguirte y te pregunta: “¿Qué nos va a tocar?” La promesa que entonces escuchan debe ser más que alentadora para todos aquellos que te siguen. “Os aseguro, cuando llegue la renovación, y el hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentareis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mi deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán los últimos y muchos últimos serán los primeros.”

Me queda claro, mi Jesús, a quien debo seguir y me reconforta escuchar lo que tienes preparado para los corazones que te siguen, a pesar de tener que dejar atrás lo que amamos. Confió en tú promesa y te pido que seas Tú quien dirija los corazones que te buscan y les enseñes a ser los últimos en cada circunstancia de su vida, porque es a eso a lo que conduce la pobreza de espíritu, ayudada por la pobreza material.

Comentarios

Entradas populares