¿Por qué existo?

 Conversión


He emprendido una marcha, tierra y mar adentro. Quiero sopesar mi aliento.
He crecido entre montes verdes y bosques ocres, los cuales admiraba, me escapaba.



Quiero explorarlos más adentro, decía. Y así yo pensaba. Y pensaba en el porvenir, en el porque de estar allí y a dónde bebía ir. Pensaba, quizás demasiado, en la razón de existir.
La naturaleza me mira y me habla, me empapa, y esto es lo que me dice:

Consciente de que vivir es aprender y aprender es vivir. Suponiendo este aprendizaje acertado; nuestra actitud consecuente en relación con todo lo que voy a describir, ¿es acaso aprender a vivir la razón de existir? Pero ¿De verdad he de seguir? ¿Que razón existe para seguir aprendiendo a vivir? ¿Tener una razón para existir? ¿Dejaré de tener entonces, razón de existir si no encuentro la manera de vivir? Es por lo tanto importante saber vivir para que tenga sentido existir. Y aprendiendo simplemente a vivir cobra sentido existir. ¿Pero cómo vivir?. ¿Puede la naturaleza hablar así? ¿preguntarme a mí porque está allí, y yo, así, saber también porque con ella nací?

Aún así, ¿por qué seguir? Quiero decir, ¿que me importa a mi el sentido de existir? Quiero entender porque eso me afecta a mi. Aprender, eso quiero. Si aprender es asumir ideas buenas. Si es hacer nuestras cosas nuevas. Si aprender quiero. Si aprender lleva a un cambio capaz de trasformarnos y ya no somos lo que eramos, puede ser que, si creo que, quizás el sentido de existir, aprender a vivir,
sea un impacto de una repercusión directa e indiscutible en lo que somos.

Pensando así, yo llegue a decir: El futuro se proyecta aquí. La finalidad de lo que vendrá, dependerá de la importancia de lo que seremos. Es decir, el porque del porvenir, las respuestas a la razón que se pregunta: ¿por qué así? ¿por qué a mí?; es porque así se brinda la oportunidad de ser lo que debemos y merecer lo que seremos. Llama la atención de cualquiera poder saber quién es y quién será. ¿Quién puede afirmar su indiferencia?

La marcha que he emprendido, me lleva a ver la importancia de la vida que se esconde detrás de la importancia de quienes somos y sus consecuencias. Algo de lo que la mayoria huye, cobardes bloquean su mente. Muy pocos quieren saber del tema, porque solo ver una imagen que remotamente representa una escena angustia a cualquiera. Se puede llegar a perder la conciencia de la importancia de la existencia cuando se desprecia lo que somos; cuando el ser individual se vuelve indistinto a lo que es. Y cuando se da cuenta pero es tarde, la indiferencia se torna desesperación porque, por lo que es pierde el sentido su existencia. Siendo lo que se es el sentido mismo de la existencia, cuando es lo que no debe ser, lo que es sería mejor que no fuese, llevando al ser a una existencia incongruente donde se pierde a si mismo. Aún así sigue siendo eternamente. Ese será su infierno porque su alma inmortal será para siempre lo que no debe ser y nunca será lo que perdió. Su seguir siendo es lo que más le tortura por lo que es, porque si el sentido de su existencia era ser lo que ya no puede, ha muerto el sentido de su existencia junto con él, y aún así tiene que seguir siendo, siendo para siempre existencia impropia a su ser. Todo porque siendo no puede dejar de ser, y aún así es y no es, porque ha muerto pero en la muerte sigue existiendo. La auténtica muerte destruye la razón de toda existencia, y aunque lo que era seguirá siendo, no existe motivo que lo sustente, que dolor seguir sintiendo. Imagina tener que vivir en la muerte. Imagina que ya no vives, si no que mueres. Que tú razón de existir ya no vive sino que muere contigo. Que es ruina, tu vida, porque vives para morir y ser muerte.




Siguiendo este ritmo, después de relacionar el sentido de la vida con el sentido de lo que seremos, dejemos aparte a los que pierden la causa de su existencia. Ahora que ya sabemos esta respuesta, podemos centrarnos en ella examinando la frase de Jesús cuando dice: “Convertíos y creed en el evangelio” Marcos 1, 14-20; la cuál se nos dice el miércoles de ceniza. Todo se resume en esto. La palabra conversión es la clave de todo; y creer en el evangelio y practicarlo la manera de conseguirlo. Porque te pregunto ¿qué es convertirse? Es pasar de ser una cosa a ser otra. Y ¿no hemos dicho que la causa, la razón, el motivo de porque estamos en este mundo es lo que seremos? Es esta conversión la respuesta a todas tus preguntas. No es una conversión figurada, o una conversión simplemente interior, es una conversión radical y muy real. “Y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mi” Gálatas 2:20.

Transformarnos en lo que seremos, eso buscamos los cristianos, es todo un proceso. Ahora somos para llegar a Ser. Porque sin El Ser Supremo, nunca seremos. Nada hay fuera de su existencia, ni siquiera los que han muerto a la gracia. Y siendo, debemos llegar a Dios que nos dio el ser, para que nuestro ser siga viviendo al volver a su origen que es su fin último, y así, convertidos en El, seamos uno con él Ser, seamos dioses. Porque si, somos lo que somos para ser dioses, por gracia de Dios. No dioses como quiso la serpiente, sino dioses en Dios. Así nos lo dice por medio de el discípulo predilecto: “Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Cristo se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos como Él es.” 1 Juan 3:2.


Misterio, ¿qué es lo que seremos que aún no se ha manifestado? Porque en eso consiste el destierro, no solo expulsados del paraíso, sino excluidos de nuestro propio ser, no somos lo que eramos. Eso define el pecado, que es lo que nos roba nuestro ser. Y define también la Redención, que es lo que nos devuelve nuestro ser, una vez que decidamos recuperarlo, y mucho más aún diría yo. Ahora bien, si Dios es lo que nos da el ser, no solo al crearnos, sino que nos mantiene en nuestro ser en cada momento, y si al pecar nos alejamos de Dios porque le estamos desobedeciendo, en consecuencia a estas dos premisas lo que hacemos es distanciarnos de El Ser, por eso nos estamos autodestruyendo. Huimos de El único que es por si mismo: “Yo soy el que soy”, Éxodo 3, 14-16. Por ello, que el pecado nos destruye es algo literal porque cada vez estamos más lejos del Ser, siendo el pecado lo más separado de Dios, y siendo nosotros cada vez menos. De hecho una definición de pecado podría ser lo que intenta estar fuera de Dios, lo que es lo mismo, lo que intenta no ser. El que se convierte en pecado muere pero Dios sigue manteniendo su ser porque no hay nada fuera de El y el alma que nos dio es infinita en el tiempo. Lo que nos dio no nos lo quita. Pero alejarnos de Dios nos destruye.

Simplificando, lo que quiero decir, y me parece algo lógico, es que el ser que se aleja de lo que le da el ser se destruye, se deshace porque pierde su esencia. ¿No pasa eso con la materia? La materia no tiene esta posibilidad. Rigiéndose por las leyes de la química se descompone cuando pierde los elementos con los que estaba formada, se deshace el compuesto dejando de ser lo que era, pero mantiene la esencia que le corresponde en su nivel. En cuanto a nosotros, ¿qué somos? ¿qué elementos nos componen? ¿cuál es la esencia final? Somos mente, cuerpo, alma y espíritu. Todo en su conjunto somos nosotros y la muerte descompone el compuesto, igual que en la materia, ¿dejan por ello de existir los elementos? ¿Dejaremos de existir cuando nos ocurra esto?

Yo digo, por lo que me han transmitido y entiendo que, si nos convertimos, si convertimos cada uno de los cuatro elementos, al rehacerse el conjunto en su origen, alcanzará su fin.

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