DE VUELTA A CASA
“Como en casa, en ningún sitio”. Eso lo sabemos todos y lo vemos como una regla que se cumple siempre y cuando el ambiente familiar es el propicio. Sin embargo la monotonía y comodidad del hogar constante nos distorsionan esta realidad y nos nublan la memoria si es que alguna vez hemos probado la dura experiencia del nómada. Esto nos lleva a describir una característica de la que ningún ser humano puede escapar, la cual puede llamar la atención por su inicial falta de sentido. Lo vemos claro cuando decimos: “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. Esto puede ser por esta característica intrínseca de nuestra especie de la que hablo y en torno a la cual mi mente da vueltas ahora mismo para entenderla mejor. Porque me pregunto, ¿para qué? ¿Para qué hemos inventado tantas formas de huir de nuestras vidas? ¿Simple distracción? ¿Evadirnos de los problemas por un tiempo? ¿Hacer lo que nos gusta y disfrutar con gente como nosotros? Si pero, ¿y si es algo más?
Creo que, en el fondo, es la búsqueda incansable de algo más. Lo que en su caos se conoce como codicia o avaricia, y en su equilibrio como humildad en alguna de sus vertientes, o quizás generosidad, o incluso pobreza de espíritu. Pero para poder valorar las cosas, necesitamos aprender su valor a través de la propia experiencia o también sumando la ajena. Lo que nos puede llevar a la exploración, a la búsqueda de lo que nos falta suprimiendo voluntaria y temporalmente parte de lo que tenemos.
He aquí la explicación al hacer cosas que en principio nos restan parte de lo que necesitamos, como puede ser comodidad, calor, higiene, alimento o sueño. ¿Por qué si no salir de casa? ¿Salir de la casa en la que estamos mejor que en ningún sitio? ¿Es por buscar cosas que no tenemos en casa por muy confortable que sea? ¿O es, quizás, por una intención inconsciente de perder lo qué tenemos para que a nuestra vuelta se acentúe su valor?
Recapitulemos. Parece un bucle paradójico.
Puede que sean ambas. Si imaginamos una balanza, los platillos podrían llamarse exceso y deficiente. En la cual podríamos estar huyendo del exceso al deficiente para que el exceso no haga colapsar el equilibrio. Ese equilibrio del que hablo es justo eso, apreciar todo lo que colocamos en la balanza. La balanza de aquello que amamos y por error lo habíamos olvidado. ¿Es acaso la balanza que sopesa nuestra vida? ¿Es esta balanza demasiado pesada por colocar peso muerto y amar lo que el exceso aconsejaba? ¿Es una balanza oxidada, la tuya, para que no estés a tiempo de apreciar su equilibrio?
Por todo ello esta búsqueda por el “algo más” bien encaminada es ni más ni menos que la búsqueda del equilibrio. En la primera opción puede que en tu búsqueda encuentres lo que necesitabas como contrapeso al exceso del que huías y al colocarlo en el otro lado de la balanza todo cobre sentido. En la segunda alternativa lo que intentamos no es colocar peso nuevo en el platillo mínimo deficiente, si no darle más peso a lo que ya teníamos en este platillo. Si nos damos cuenta en ambos eliminamos peso del platillo del exceso porque es así como comenzó nuestra búsqueda.
¿Y cómo arreglar algo si aparenta funcionar? ¿Cómo encontrar el error si se convierte en engranaje que simula encajar forzando las piezas? ¿Como salir en busca de nuestro equilibrio si el exceso parece aportar lo necesario?
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